Gonzalo Bilune

Todo arrancó jugando

2025-04-14Leadership

Reflexiones sobre cómo una organización como AIESEC puede formar líderes más efectivamente que muchas empresas.

Todo arrancó jugando
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Si alguien me hubiera dicho que una organización estudiantil me iba a formar más como líder que muchas empresas, probablemente me hubiera reído. Pero así fue. Venía de estar emboladísimo de estudiar Abogacía en mi queridísima UNS, con ganas de meterme en el barro y encontré a AIESEC. Al principio me pareció rara la idea de sumarme, pero después de muchos años de haber dejado la organización me doy cuenta que salí de ahí con una mochila de herramientas que sigo usando todos los días. Aprendí a liderar sin tener un cargo formal, a construir equipos desde el propósito, a equivocarme y volver a intentar. Y sobre todo, entendí que hay experiencias que, aunque no paguen un sueldo, te cambian la vida para siempre.

Hace algunos años, cuando tenía veintipico, me metí de lleno en AIESEC sin saber muy bien lo que me esperaba. Fui parte de la sede de Bahía, y llegué a ser VP de Talent Management. Lo que en ese momento parecía una experiencia de voluntariado estudiantil, hoy me doy cuenta que fue una verdadera escuela de liderazgo, de gestión de personas y de sentido. Una especie de laboratorio real donde, sin darme cuenta, estaba aprendiendo las bases de lo que más tarde iba a ser mi carrera profesional.

En AIESEC escuché por primera vez conceptos como "liderar con propósito" (el famoso why), "retention rate", "feedback", "team building", "valores culturales", "stakeholders". Aprendí a definir objetivos personales y de la organización que tuvieran impacto real. Aprendí a construir equipos, a dar propósito, a dar feedback desde un lugar constructivo. También me tocó aprender a frustrarme, a recalcular, a sostener el entusiasmo cuando las cosas no salían. En cada ciclo, en cada cambio de rol, en cada proyecto que salía bien o que fracasaba, había algo que se iba formando en mí: criterio. Algo que no te da un curso ni una carrera, sino la experiencia de estar metido hasta el cuello en algo que te importa.

Pero también me llevé algo que es difícil de explicar con palabras: la idea de que ser parte de algo grande, incluso sin recibir un sueldo, puede transformar tu forma de ver el mundo. En su momento, algunos me miraban raro: “¿Por qué laburás gratis? ¿Por qué te matás organizando viajes o proyectos para otros? ¿Qué ganás?” Y es que la respuesta no está en el corto plazo. Lo que ganás es formarte como líder, aprender a gestionar, a comunicarte, a resolver conflictos, a trabajar en equipo, a manejar frustraciones, a tomar decisiones. Ganás criterio, empatía, y sobre todo, propósito. Y eso, a la larga, vale mucho más que cualquier sueldo.

Lo loco es que, en su momento, también están quienes ven estas organizaciones con prejuicio. Incluso uno mismo empieza a dudar en un punto. Algunos las tildan de "sectas" o de lugares donde se pierde el tiempo. Hay una mirada medio cínica que dice: “Eso es para los que no tienen nada mejor que hacer”. Pero la verdad es que, quienes deciden involucrarse en serio, sin esperar nada a cambio, son los que terminan ganando más. Porque se entrenan en el arte de liderar sin autoridad formal, de influir sin presupuesto, de sostener equipos solo con visión y convicción. Y ese tipo de liderazgo es el más valioso de todos.

AIESEC, como muchas organizaciones del tercer sector o del sector público, es un espacio para quienes creen que liderar tiene que ver con dejar una huella, con construir algo con otros, con crecer mientras hacés crecer. No estás ahí por interés, sino por vocación, por ganas, por curiosidad. Y eso se nota. Porque en esas organizaciones, las personas no se mueven por incentivos extrínsecos, sino por algo mucho más difícil de explicar: un compromiso con algo que va más allá de uno mismo.

En lo personal, todo eso se tradujo en una cantidad enorme de aprendizajes que me marcaron para siempre. Aprendí a planificar y a pensar en el largo plazo. Aprendí a evaluar resultados con honestidad, a escuchar con empatía, a liderar equipos diversos, a manejar reuniones complicadas, a facilitar conversaciones difíciles. Aprendí a valorar la cultura como una herramienta de cohesión, a observar el clima del equipo y a intervenir cuando algo no andaba bien. Y todo eso, repito, a los 20 y pico. Sin haber pisado una oficina. Sin tener un jefe formal. Solo con las ganas de hacer algo que valiera la pena.

Hoy, ya con varios años de carrera profesional encima, miro para atrás y no tengo dudas de que mi paso por AIESEC fue uno de los grandes puntos de inflexión de mi vida. Me dio una base sólida de habilidades blandas que hoy son cada vez más valoradas: liderazgo, comunicación, inteligencia emocional, pensamiento estratégico. Pero también me dejó algo que no siempre se aprende en la "vida corporativa": una forma de ver el trabajo como una herramienta para generar impacto.

Este post es, por un lado, un agradecimiento. A mis compañeros y compañeras de esa época, a quienes me enseñaron, me desafiaron y me dejaron ser parte. Pero también es un mensaje para quienes están arrancando su camino: si tenés la posibilidad de sumarte a una organización como AIESEC, hacelo sin prejuicios. Entregate a la experiencia. Aprendé, equivocáte, liderá, escuchá. No sabés el impacto que puede tener eso en tu vida.

Y si ya estás metido en una organización de este estilo, aprovechala al máximo. No subestimes lo que estás aprendiendo. Todo eso que hoy hacés en una planilla de Google, en una daily improvisada o en una entrevista de onboarding a un nuevo voluntario, mañana puede ser la base de tu estilo de liderazgo. Es en esas pequeñas experiencias donde se forma el líder que podés llegar a ser.

A veces, las decisiones que tomamos sin demasiadas expectativas terminan marcando para siempre nuestro recorrido. AIESEC fue una de esas para mí. Y no puedo estar más agradecido por eso.


Si sos aieseco, pasá a saludar :)